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Tecnología y Redes

12 de junio de 2020

5G, ¿una herramienta de televigilancia social?

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Por Ana María Hurtado

 

Una de las preocupaciones sobre 5G está fundada en que cuando se despliegue por completo, la gran mayoría de los objetos y entornos con los que interactuamos en nuestra vida diaria estarán provistos de sensores conectados a la red, lo cual tiene el riesgo de exponer todo nuestro comportamiento a quienes acceden a la información de esos sensores. Estaríamos frente a situaciones mucho más extremas que el clásico aviso ad hoc que nos muestran las redes sociales justo después de hablar por teléfono sobre nuestro deseo de comprar cierto producto. Porque ya no solo será el teléfono, el computador o la TV con los que interactuaremos a través de la red, sino también el auto, los medidores de servicios básicos, el edificio, los semáforos, las carreteras, etc.

Según Ignacio Rodríguez, ingeniero en sonido, director de la Fundación Datos Protegidos y miembro del Consejo de la Sociedad Civil de la Subsecretaría de Telecomunicaciones, “toda la tecnología conectada que hoy utilizamos tiene la capacidad de recoger datos del comportamiento. Pero en términos de seguridad, la tecnología 5G es más segura que 4G, porque cuando yo me conecto a la red 4G desde un celular, mi SIM tiene un número, el IMCI, que es fijo y es más o menos fácil de establecer si un tercero tiene el equipamiento suficiente. En 5G, el IMCI está encriptado, se seudonimiza y va cambiando muy seguido, entonces es más seguro. Pero por otro lado, 5G se posiciona como una manera de recolectar aún más información por parte del usuario, porque si yo tengo un aparatito conectado que permite entrar a mi casa, otro que permite que mi automóvil se desempeñe mejor en el tráfico y otro que hace que el cojín en el que duermo esté a la temperatura exacta y todo conectado a 5G, estoy dejando muchos datos sobre mi comportamiento”.

“No es necesario ser tecnófobo, pero hay que reconocer dos grandes riesgos. Uno es que la tecnología en sí misma está asociada a un negocio que no necesariamente tiene mi interés como prioridad. Entonces, si mi refrigerador empieza a almacenar información sobre qué es lo que yo como y qué productos se me van acabando, alguien podría pagarle a la empresa que me presta servicio de comunicación para el refrigerador de manera de favorecer que yo compre más de determinado producto, que no necesariamente es el mejor. Es un peligro que ya existe y que con 5G simplemente se incrementa, porque dejaremos muchas más señales en manos de terceros, que podrían usarlas con fines que nada tienen que ver con nuestro bienestar. Y por otro lado, de frentón está el riesgo de la delincuencia. Si yo tengo toda mi casa conectada, mi auto, mi ropa, lo que como, el agua, entonces el potencial de que alguien hackee todo eso porque quiere espiarme, robarme, matarme, o a través de mí quiera perjudicar a un tercero también es un riesgo. Estos dos grandes cúmulos de riesgo existen y la sociedad debería tener maneras de protegerse. Frente a la delincuencia es un poco más obvio, tenemos muy claro lo que es y en la medida que hay una nueva tecnología más o menos nuestros estados se adaptan y sabemos qué hacer. Pero en cuanto a la explotación de los datos de comportamiento, no tanto. Por ejemplo, en la ley de datos personales que se discute hoy en el Congreso, aunque esa discusión está hoy medio dormida, se excluyen los datos de comportamiento como si no importaran, y en realidad importan mucho, es el gran negocio y el gran riesgo tanto para la libertad personal como para el interés de la sociedad en general”.

Patricia Reyes, abogada, profesora de la Universidad de Valparaíso y vicepresidenta del Instituto Chileno de Derecho y Tecnología, también advierte que la llegada de 5G podría agudizar el uso indebido o sin permiso de nuestros datos personales.

“Ya estamos en una sociedad con televigilancia, en Chile especialmente porque no tenemos una ley adecuada. El riesgo es que nos monitoreen todas las conductas, que se hagan perfiles de nosotros para fines que no hemos autorizado. Por ejemplo, que a partir de la conexión de los objetos de mi hogar se determine si tengo conductas que no se adecúen a un empleo al que estoy postulando: hago muchas fiestas, recibo muchos amigos, soy bueno para el carrete. Si hoy con 4G, a las mujeres nos mandan publicidad de pañales cuando dejamos de comprar anticonceptivos en la farmacia -porque detectaron nuestra tarjeta de crédito-, con 5G, si no tenemos una buena legislación, la trazabilidad de las conductas será mucho mayor, abriendo la puerta además a que se me coarte la posibilidad de elegir, como pasó con Cambridge Analytics”.

De todas maneras, es evidente que los beneficios que veremos serán muchísimos. Según Loreto Bravo, ingeniera civil industrial, y directora del Instituto de Data Science de la Universidad del Desarrollo, “así como ya no vemos los beneficios de tener un celular que revisa el mail, que tiene WhatsApp y todas esas cosas, nos va a pasar lo mismo cuando gracias a estar conectados a 5G, por ejemplo podamos tener las clases en línea, con componentes de realidad virtual, o aumentada. O cuando veamos los beneficios de la Internet de las Cosas en mejorar la calidad de vida de las personas, especialmente de la gente viejita, que puedan sensorizar su casa, sus signos vitales de tal forma de estar más resguardados. En eso se está trabajando mucho, pero claro que siempre habrá riesgos, por ejemplo de hackeos masivos. Por eso me parece mejor que 5G se vaya instalando de manera progresiva y no de a golpe, porque tenemos que ir desarrollando las estrategias y las instituciones para proteger nuestros datos en este contexto, cada vez es más complejo”.

 

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